martes, junio 15, 2004
42
Todo vale. Todo se puede escribir. Todo se puede decir, incluso este dolor de cabeza o cualquier cosa, lo más inmediato por ejemplo: en este momento es mi visión de un adoquín. Y son muchos adoquines y esa disposición que siempre me inquietó, esos arcos indefinidos de adoquiín compartido, ese no saber dónde empieza ni donde termina, ese ruido chupado que produce en los neumáticos (quién hace sonar a quién?) y, a todo esto, esperar el 42, pensar el recorrido del 42, observar esas medias can-can, que le quedan bien, que seguramente ya no las llaman can-can. Obseravr también su sobretodo y su actitud interesante, y mi dolor de cabeza y las palabras compuestas como sobretodo y finalmente perder la noción de lo que ya dije o fue dicho, como perder el colectivo por escribir esto, esto que empezó como un pasatiempo (palabra compuesta). Un pasatiempo perfecto para esperar el 42 que no venía nunca y que ahora perdí o al menos así parece porque la de las can-can y el sobretodo lo estaba esperando y desapareció y no me quedan ideas, ni adoquín, y despareció la parada del bondi, despareció la compañía, desapareció todo, ese todo que ahora es abandono y ausencia total, todo es nada y todo es soledad. Y del 42 no hay noticias.