<$BlogRSDURL$>

jueves, marzo 24, 2005

Larga crónica de una larga mañana. 

        Recién me tomé una cafiaspirina y reviví. Cafiaspirina Plus si me permiten decir marcas. Qué buena droga legal esta Cafi. Hasta acá el día había sido sólo transpiraxia y sufrimiento y me resistía a tomarla. No me gustan las pastillas, pero la situación me superaba.
        En toda la noche no había encontrado la posición en la cama, como si la incomodidad me persiguiese como un mosquito en el oído que no se puede espantar y uno lucha con la horrible desventaja de estar en inferioridad de condiciones, en ese estado de somnoliencia que lo hace todo tan confuso y repetitivo y todo los residuos represivos del día se convierten en impotencias oníricas. En los pocos momentos que logré dormirme lo suficientemente profundo como para soñar, volví a mi sueño más recurrente: estar manejando y desesperarme porque no llego a los pedales o se me cruzan las piernas y se me hunde el asiento y no veo el camino o desaparece el freno. O algo, lo que sea, no funciona del todo bien. Nunca choco. Hasta preferiría chocar para terminar con ese martirio. Pero el productor de mis sueños no tiene piedad y puede estar largo rato haciendo de las suyas. Así pasé la noche, entre pesadillas insulsas pero perturbantes y agotadoras y sábanas con elástico que se sueltan hasta el hartazgo como una pesadilla más, frío destapado y calor tapado y siempre el sueño y la vigilia con un límite tan difuso como el horizonte que se pierde en un día de cielo-tormenta-mar.
        A las ocho menos diez sonó el despertador. Tengo de esos con radio que se prenden a todo volumen. Desde hace unos días la tengo sintonizada en el 101.9, lo tengo a Peña. Pero cada tanto, cuestiones meteorológicas, técnicas o de destino fatalista, según la fé de turno, el dial va a parar a otra estación vecina, más específicamente, ni más ni menos que a la de Majul. Y sí, hoy ocurrió. Entonces me despertó ese salame que no paraba quererse a sí mismo cada instante más. Y para completar todo el cuadro lo entrevistaba telefónicamente a Blumberg. Y yo siempre ahí, un pié adentro y otro afuera, un pensamiento de un lado de la oniria, el siguiente del otro. De modo que me resultaba absolutamente inalcazable la habilidad suficiente como para mover el dial (mezclando por un lado realidad-dial, por el otro sueño-pedales, pero los dos lados bien mezclados y batidos produciendo realidad-pedales, sueño-dial, sábanas-freno, majul-asiento-hundido). Así se prolongó esa agonía por un buen rato. Me habré levantado faltando 10 minutos para las nueve y aposté por una buena ducha tirando a fría como para volver a arrancar. Para arrancar de una vez por todas y cambiar el humor. Pero no hubo caso porque la ducha y todo estímulo parecía estar en algún segundo plano de mi percepción. Lo poco que mi cabeza admitía era culpa por lo tarde que se había hecho y bronca con Majul y Blumberg.
        Después, un yogur a las apuradas. Uno de esos con cereales que no llegaron a ablandarse como me gusta. Salí. No hacía el fresco que me habían prometido todos los indicios hasta aquel momento (incluyendo el parte meteorológico) y empecé a maldecir la decisión de llevar la camperita Adidas. Seguí maldiciendo al despertador, al mosquito que no fue tal, a Majul, al sol que me encadilaba, a la sabana que se soltaba.
        El 42 llegó repleto. Y la gente con esa maldita costumbre de mantener todas las ventanillas cerradas. No pude evitar pensar que cada uno de los que tenían auriculares estaba escuchando a Majul. Nos agarraron 2 barreras. Para sacarme la camperita Adidas tuve que hacer mis piruetas al borde del ridículo: me descolgué la cartera (sí, yo la llamo cartera) con peso excesivo por el Calvin and Hobbes (cortesía de Racter) pero manteniéndola siempre en mano y a la altura adecuada. Costó pero valió la inversión. Elaboré estrategias por conseguir un asiento cuanto antes porque me lo pedían las piernas y el aliento seco, pero todas fracasaron. Fui el primero en subirme y el último en sentarme. Me senté, sí, pero ya me bajaba. Caminé 3 cuadras hasta la oficina. La remera mojada de sudor y el vientito a la sombra, me dieron frío pero ya no me tomé el trabajo: me puse la camperita Adidas sobre la cartera y andacagar.
        Por eso me tomé la Cafi. Porque además acá me están contando que Graña se metió tuttifruti y yo, que sigo confundiendo un poco, me lo imagino a Majul con ojitos rojos. Y me río.

|

martes, marzo 22, 2005

Untitled 4 

Hace pocos días apareció un pequeño retoño de planta por delante del malvón que venía siguiendo con tanto cariño. Y creció. Y crece. Crece con una aceleración sorprendentemente exponencial, es decir, su tamaño se duplica diariamente y ya sabemos cómo termina el tablero de ajedrez cuando lo llenamos con granos de arroz. Al malvón ya casi no logro verlo, quedó allá atrás. Y, a decir verdad, es bastante fea esta planta nueva que ni siquiera sé si es planta o yuyo aunque acá en la oficina nadie supo decirme cuál es la diferencia. Por eso, al menos por ahora, me resisto a atentar contra ella. Porque la idea de que haya venido sola, así, tan naturalmente, me simpatiza. Y porque, a decir verdad, el ecologismo lucha por las ballenas y los osos pandas porque son lindos, pero andá a saber cuántas especies feas mueren en la mayor de las indiferencias, andá a saber qué pasará el día que las cucarachas corran peligro de extinción por ejemplo. Es cierto, las cucarachas difícilmente corran peligro de extinción. Es que la cucuaracha cree en el propio estilo. Cuál es la virtud de la cucaracha en definitiva? La de sobrevivir. "No estoy solo, me acompaña mi propia soledad" dice ahora Calamaro. Ser feo, ser sucio, ser malo, ser solitario, ser uno. Esa es la cucaracha. Y siempre sobrevive.


Ultimo momento: hoy llegué a la oficina y el yuyo ya no está más. Alguien lo extirpó de la maceta o simplemente se fue. Así como vino, se fue. Por eso desempolvo este Untitled 4.

|

viernes, marzo 18, 2005

Cosas que uno piensa de chico y no tan chico I 

Mi abuela de Entre Ríos cada tanto llamaba a un tipo que se llamaba Abel para que saque los panales de abejas que se armaban en un árbol. Abel era bizco y yo siempre sentí que su estrabismo tenía que ver con un algún accidente con sus enemigas las abejas, como que un día lo picó una en la sien y chau, ya no pudo mover ese ojo. Es más, recién ahora que lo expreso por primera vez me doy cuenta de todo el mito que me había creado y recién ahora empiezo a desconfiar un poco de todo eso. Aleluia.
Soy Manfredo, vengo de Mongolia y traigo Maíz.

|

martes, marzo 15, 2005

Acumulación de curry 

Durante días acumulo horas de sueño, oportunidades perdidas, oportunidades ganadas y alguna que otra empatada. Acumulo también las ganas de escribir. Acumulo ideas y sensaciones, asociaciones encadenadas de esas que sólo tienen sentido para mí hasta que un día lo escribo y resulta que para otro también y otros no tanto. Pero sigo y acumulo y acumulo y después se me arman ensaladas y mezclas como la de ayer: carne y verduras saltadas para hacer unos pseudo-tacos pero con un toque de curry que funcionó muy bien y que se me impregnó en los dedos y, debo decirlo, el curry es de esas cosas que persisten. Y ahora, entre tecla y tecla, me huelo y me lleva inmediatamente a la noche de ayer. Es así, a la hora de viajar en el tiempo, no me vengan con máquinas ni tecnologías ni Michael Fox, para viajar no hay nada mejor que los olores y quién sabe, quizás sea por eso lo de los hongos. Porque ayer también hubo champiñones y hubo perejil. Perejil fresco. Me gusta el perejil fresco. Y me gustan los hongos pero es un gusto que olvido fácilmente y es que no tienen olor y entonces no puedo retenerlos. Será por eso lo de los hongos. Me gustan, pero no los puedo recordar. Los recuerdo cada vez que los como. Y los tengo en la lista con un visto, para saber que está todo bien con los hongos, pero no me pidan que los recuerde. En una época no se comían hongos, no había. Tampoco había kiwis ni kanikama, ni tomatitos cherry. Pero, así también, en casa había bergamota y ya no veo mucho de eso. Te cambio un kiwi por una bergamota. Copado. Pelo. Canto guerra pri con tapa.

|

miércoles, marzo 09, 2005

El pre-otoñal. 

Febrero fue de abundancia como marzo será de escasez. Y no por alguna mecánica cíclica o quién sabe. Supongo que simplemente porque ya lo sentí, siento y presiento. Este mes no habrá un post por día ni mucho menos. Eso al menos hasta que llegue el otoño. El otoño, al tiempo que desnuda los árboles, nos desnuda sentimientos que el verano suele postergar.
Será, en definitiva, lo mismo de siempre: el reino de lo que pinte.
Mientras tanto, pido un buen consejo. Sobre lo que sea.

|

viernes, marzo 04, 2005

Aviso 


Remontar el barrilete en esta tempestad
sólo hará entender que ayer no es hoy
que hoy es hoy y que no soy actor de lo que fui.


Chau, me voy a remonatar el barrilete en esta tempestad. Ya vengo.

|

jueves, marzo 03, 2005

Kusturica y su orquesta no fumadora. 

Hace ya un tiempo que supe que no podría ir a verlos porque coincidía la fecha con el cumple de mi vieja. Pero esta nota me calienta mucho la cabeza.

|

martes, marzo 01, 2005

Cumplemuxa 

Hoy Muxa cumple un año. Y acepto regalos.

|

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com
imagen
 Bitacoras.com