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martes, marzo 22, 2005

Untitled 4 

Hace pocos días apareció un pequeño retoño de planta por delante del malvón que venía siguiendo con tanto cariño. Y creció. Y crece. Crece con una aceleración sorprendentemente exponencial, es decir, su tamaño se duplica diariamente y ya sabemos cómo termina el tablero de ajedrez cuando lo llenamos con granos de arroz. Al malvón ya casi no logro verlo, quedó allá atrás. Y, a decir verdad, es bastante fea esta planta nueva que ni siquiera sé si es planta o yuyo aunque acá en la oficina nadie supo decirme cuál es la diferencia. Por eso, al menos por ahora, me resisto a atentar contra ella. Porque la idea de que haya venido sola, así, tan naturalmente, me simpatiza. Y porque, a decir verdad, el ecologismo lucha por las ballenas y los osos pandas porque son lindos, pero andá a saber cuántas especies feas mueren en la mayor de las indiferencias, andá a saber qué pasará el día que las cucarachas corran peligro de extinción por ejemplo. Es cierto, las cucarachas difícilmente corran peligro de extinción. Es que la cucuaracha cree en el propio estilo. Cuál es la virtud de la cucaracha en definitiva? La de sobrevivir. "No estoy solo, me acompaña mi propia soledad" dice ahora Calamaro. Ser feo, ser sucio, ser malo, ser solitario, ser uno. Esa es la cucaracha. Y siempre sobrevive.


Ultimo momento: hoy llegué a la oficina y el yuyo ya no está más. Alguien lo extirpó de la maceta o simplemente se fue. Así como vino, se fue. Por eso desempolvo este Untitled 4.

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