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viernes, agosto 20, 2004

Una napa de mierda 

Sus glándulas hinchadas
se convierten en vejiga usada
que ya no aguanta esas lágrimas de vaho cloacal
Un alfiler oxidado yace en el fondo,
fuente de una convulsión purulenta,
una combustión involuntaria.
Busca un consuelo con sus retinas empañadas
pero su sensibilidad convierte un micropiloso terciopelo
en aspereza y desesperación.
Se reseca poco a poco, crepitando con detalle.
Y sus pasos ya no avanzan
porque su voluntad
es el reino de la impotencia.
Y en su sangre con grumos,
grumos de arena de plomo,
ya son pútridos sus sueños,
verrugosa la lengua,
opaca su mirada,
el paladar llano y entumecido
y el pelo marchito y opuesto.

Lo gobierna
un asco visceral,
la acumulación del daño,
la combinación virósico-bacterial,
una psicovulcanidad
endógena y espesa,
una voluptuosa masa verde efervescente e incontenible,
una napa de mierda concentrada desde cada punto cardinal,
el grito tóxico de la órbita más putrefacta,
óxido de ánimo y las ruinas de erosión carnívora,
la hipocresía,
los tabúes subyugantes,
la malicia en polvo,
rocas de instinto concentrado,
racionalidad vana, impedida.

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