<$BlogRSDURL$>

viernes, septiembre 24, 2004

Diéresis y ambigüedad. 



Una imagen: el tubo fluorescente parpadeando, debatiéndose, de un lado al otro.
Otra: la luz de falta-nafta. Tímida. En el momento de contacto impreciso, apenas suficiente. En la línea que por momentos cae del lado de encendida, por momentos de apagada.
Una más: las guirnaldas de navidad, las que titilan a ritmo indefinido, desincronizado con el contexto pero tan navideñas gracias a todas las navidades que nos metimos por los ojos. Estas lamparitas se encienden cuando están frías. Cuando su propio calor dilata lo suficiente algún metal, se corta el circuito y se apaga. Y apagada se vuelve a enfriar y lo que se dilató se contrae. Un breve lapso (cuya duración varía de vez en vez por la variedad de los infinitos factores) y se vuelve a encneder. Y así.
La ambigüedad. Eso reina mis días. Desde lo micro hasta lo macro transito un continuo equilibrio intermitente. Ahí estoy. Caigo de los dos lados. Convivo con ideas feroz y armónicamente opuestas disfrutando tanto esto como aquello. Y sufriéndolo también. Me pesan contradicciones que deberé evacuar.
Un última imagen: la pelotita pega en la red y cae de un sólo lado: pasa o no pasa. Yo vengo cayendo de los dos.
Y justamente en estos días ocurrió el equinoccio. El equinoccio es ese momento de equidad y sintonía planetaria en que todo el mundo tiene 12 horas de día y 12 de noche. En los polos, en Moscú, las Malvinas y Curitiba. En cada río, en todo lugar donde habite un oso panda o un ñu, en cada ciudad, incluso en aquellas donde ya no distinguen la luz de la oscuridad. El equinoccio ocurre 2 veces por año, del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre. Gran momento de transición, días bisagra.

|

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com
imagen
 Bitacoras.com