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lunes, febrero 07, 2005

El estado del tiempo 

En febrero estoy de oferta. Mantengo mi postura: la de postear todos los días casi improvisando. Quiero dejar un registro fresco de los pensamientos de este mes. Aunque más no sea para hablar del clima. ¿Y si convierto este blog en un güeder riport cotidiano? Hablar del clima siempre es posible. Es que es una certeza: se trata de una experiencia que todos compartimos. Pedro, el de seguridad del edificio, es exagerado: no habla de otra cosa. Alguna vez lo escuché hablar de política y, sinceramente, preferí ignorarlo; no tanto por el contenido sino porque es de esa gente que no puede moverse ni un milímetro del lugar común. Y el lugar más común es el clima; el clima que nos es común a todos. Me gustaría escucharlo a Pedro hablando de otra cosa. De lo que sea. De un juguete de su infancia tal vez. De algo suyo. Incluso del clima, pero algo legítimamente suyo al respecto. Y no de política. Al menos no para repetir lo que él cree que yo quiero escuchar o lo que alguno le dijo y le pareció efectivo. Muchos parecen querer comentar lo mismo. Copian frases, opiniones, posturas que creen interesantes o valiosas. Por eso el lugar se convierte en común. Pero lo cierto es que compartimos poco, lo cierto es que nada es común. Los estímulos son comunes. Y las experiencias son comunes y particulares a la vez, según donde pongamos la cámara. Porque la experiencia es común pero cada uno transporta su universo de particularidades, fantasías, deseos, sufrimientos, pensamientos, sensaciones únicas. Y eso, la mayoría intenta simularlo. La mayoría se termina convenciendo de no tener nada nuevo para ofrecer. Yo creo que sí, que todos tienen algo. El protagonista de "el perro" por ejemplo: ingenuidad pura, simpleza y nada de reacciones prefabricadas.
Hablemos de clima entonces. No por todo este prólogo sino porque es el protagonista excluyente del día. Entonces lo anticipo: antes de mi próxima vida pediré garantías: no quiero engancharme con una ciudad que al final resulta tener un promedio de 100,09% de humedad. En las letras chicas del contrato con Buenos Aires me metieron esta cláusula y ahora se me complica respirar. Algunos me dijeron que me queda bien estar así afeitado. Pero la verdad es que no me afeité: estoy pálido porque mis pulmones están pegajosos. Me duelen los músculos de los párpados porque les exijo más de lo que pueden dar: ellos preferirían no abrir el cheboli por unos días, preferirían mejor esperar que se acomoden un poco estos hectopascales o milibares. Intentaré respetarlos en lo posible entonces. Me solidarizaré con ellos. Hablaré poco. Miraré poco. Estaré calmo. Seré breve y viviré a reglamento.

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