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lunes, febrero 14, 2005

Sábado 

Me levanté de una siesta de esas que se transpiran. Como si la densidad del sueño fuera tal que el cuerpo se satura y secreta sudor y sueños fuertes. Apenas levantado vinieron Muzy con Wachi y Mauri y me llevaron al corso -que parece que no se llama corso- de la esquina. Y yo con mi humor todavía sudado y todos con esa cosa pegajosa del carnaval: humores opuestos. Pero en algún punto lo popular y barrial me tienta. Y además ese algo de estética y contenido circense que me puede, algo de decadencia, algo de personaje barrial para observar. Mucho estón y gente que le gusta repetir eso de "aguante". Algo de mediocre y algo de genuino. Chacarera, rock y cumbia. Y cemento. Y empanadas. Y espuma por $2,50, colabore con la murga. Y lentejuelas, Che Guevara, Maradona, Barbudos, Lauri, La Morocha, Lali, Fede, Betty Boop, bandera, bombo, redoblante y platillo
Los mosquitos fueron terminando con mis piernas y con la poca paciencia que pude ofrecer. Y nos metimos a improvisar por las calles del barrio y terminamos en una parrillita de la calle Repetto. Y me pedí un vaso de vino de la casa. Odio los "vinos de la casa", pero todo sea por lo conceptual: la murga de Buenos Aires tiene bastante que ver con el vino de la casa. De color y gusto se relacionaba más con lo marrón y con los mosquitos y con las pocas lamparitas que había en la vereda. Y casi lo bajo con soda pero la noche era también de eso que insisten en llamar "aguante".

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