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viernes, julio 15, 2005

Apenas 

Llegué temprano y estoy solo. La oficina está vacía y oscura. Apenas se ve: por la ventana entra algo de luz tenue. Llueve. Son nubes oscuras. Pero no pienso prender la luz, me alcanza con este estado de apenas, este equilibrio entre la calma y el fluir, algo como el filo entre sueño y la primera vigilia. Porque afuera apenas llueve y siento que todo debe estar en la contemplación calma y un apenas estar. Me dejo acariciar por el día y a lo sumo ronroneo. Apenas. A duras penas. Duras penas caen del cielo, temprano. Hacía mucho que no llovía. Hacía mucho que no escribía. Me limitaré a contemplar la mañana y la lluvia. Es que en días así toda actividad que no fuera el regocijo o esto que me suena a "estar apenas" debería ser ajeno a nuestras vidas.
Hace tiempo que sé de lo increíble y desesperante que resulta saber todo lo que transcurre por el costado de nuestras vidas en un sólo día. Lo volví a sentir hace unos días cuando no vine a la oficina. Me quedé en casa porque, en un ataque fatal de insmonio, apenas había logrado dormir unos minutos y porque necesitaba parar. Necesitaba faltar. A veces necesito faltar. Y entonces me quedé en casa, ordené los discos que pronto terminarán por invadirme como en casa tomada, miré alguna película y más pero ya no recuerdo. Rituales de interior. Y a la mañana hubo nubes y la tarde fue una exquisita combinación de invierno: un sol maravilloso con aire fresco. Y después salimos a andar por ahí, a caminar. Y cociné dos veces. Y escuché algún disco y escuché la radio y miré por la ventana y ví gente y pensé cosas frescas. Y por momentos pensé en eso de lo abundante de un día, de todo lo que puede ofrecer una sola jornada. En la oficina, en cambio, las horas son uniformes, invariables, anestasiadas, ajenas a la vida, al mundo, a todo lo que pasa en cada lugar y en cada instante.
Ahora empezó a llegar la gente a la oficina. Y se quejan. Dicen que con las luces apagadas "es una depresión". Y yo por un momento pienso en contestar que ese es el menú del día, que seamos respetuosos con la propuesta del cheff. Pero prefiero callarme porque si hablo pierdo mi momento. Cuido mi virginidad matinal. Y ni siquiera saludo. Necesito algo de introspección. Escucho Laika. Eso me ayuda.
Todavía llueve. Tengo ganas de volver a escribir. Tengo ganas de irme a casa. Ya.

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