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miércoles, noviembre 23, 2005

popurrí al improviso 

unesco
un perfume por la mañana puede resultar tan gratificante como repugnante dependiendo quizás del impulso con que se viene o de algún capricho insensato o quién sabe qué, porque, bien temprano, se mete en esa avidez de día nuevo y sensaciones a estrenar, en esa esperanza de un día de primavera con sol y pulmones frescos pero con el aliento todavía atascado en esa pasta mocosa de café con leche y dentrífico seco y sed, sed, sed, y en la cabeza hay ruido blanco y el esfuerzo por coordinar la lectura en el subte intercalanado páginas con miradas rápidas al andén o cartelito electrónico para no pasarse, entre oración y oración aparecen agüero, callao, o la voz de frecuencia AM que viene desde arriba, desde otro lado, a-la-gran-hermano, anunciando las combinaciones posibles, muchos estímulos y poca reacción y la idea de un erizo sobrevolando como satélite alrededor, buscar un espacio, sentir un aroma, recordar algo de la noche anterior, subir la escalera, mirar al cruzar, saludar al portero sin sentir demasiado, tomar el ascensor intentando hablar poco con la eventual compañía, tocar el timbre y esperar a que vengan a abrir.

duqueza
reírse de la propia decadencia, con la mayor sinceridad posible.

tricota
ando casi sin escuchar música. cada tanto necesito este lavaje de oídos.

cuatrochi
pero en estos días (hoy o mañana, de ahí no sale) voy a volver. y vovleré con esos discos que vengo prometiéndome re-escuchar y escribir al respecto: uno de nacho vegas, uno de the earlies, y uno de greenkeepers.

cincunegui
las ferreterías me encantan.

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